Jiddu Krishnamurti (1895 - 1986), fue un conocido escritor y orador en materia filosófica y espiritual. Sus principales temas incluían la revolución psicológica, el propósito de la meditación, las relaciones humanas, la naturaleza de la mente y cómo llevar a cabo un cambio positivo en la sociedad global.
Libro: "Los años del despertar". Texto: 12 de agosto, cinco semanas después de su llegada a Ojai, Krishnamurti escribió a Lady Emily.
“He estado meditando todas las mañanas por media hora o 35 minutos. Medito de las 6.45 a las 7.20. Empiezo a concentrarme mejor, aun cuando sea por poco tiempo, y vuelvo a meditar antes de acostarme, por cerca de diez minutos. Todo esto es más bien sorprendente para usted, ¿verdad? Al principio me fue difícil meditar o concentrarme pero aunque sólo lo he estado haciendo por una semana, estoy gratamente sorprendido…”
Fue solamente cinco días después de escribir esto que él pasó por una experiencia que cambió su vida.
“Desde el 3 de agosto yo meditaba regularmente por cerca de 30 minutos todas las mañanas. He podido, para mi asombro, concentrarme con considerable facilidad. Entonces, el 17 de agosto, sentí un dolor agudo en la base de la nuca y tuve que reducir mi meditación a 15 minutos. El clímax fue alcanzado el día 19. Yo no podía pensar.
El primer día, mientras estaba en ese estado, y más consciente de las cosas que me rodeaban, tuve la primera y más extraordinaria experiencia. Había un hombre reparando la carretera; ese hombre era yo mismo; yo era el pico que él sostenía; la misma piedra que él estaba rompiendo, era parte de mí, la tierna hoja de pasto era mi propio ser y el árbol junto al hombre era yo. Casi podía sentir y pensar como el hombre que reparaba la carretera, podía sentir al viento pasando a través del árbol, y a la pequeña hormiga sobre la hoja de hierba. Los pájaros, el polvo, y el mismo ruido eran parte de mí. Justo en ese momento pasaba un auto a cierta distancia; yo era el conductor, la máquina y las llantas; conforme el auto se alejaba yo también me alejaba de mí mismo. Yo estaba en todas las cosas o, más bien, todas las cosas estaban en mí, las inanimadas así como las animadas, las montañas, el gusano, y toda cosa viviente. El día entero permanecí en esta bienaventurada condición.
En la mañana del día siguiente ocurrió casi lo mismo que el día anterior. Empecé a volver en mí y, me senté con las piernas cruzadas en la postura de meditación. Cuando había estado así por algún tiempo, me sentí a mí mismo saliendo de mi cuerpo, y me vi sentado abajo con las tiernas y delicadas hojas del árbol encima de mí.
Era muy dichoso, estaba en calma y en paz. Había una calma muy profunda, tanto en el aire como en mí mismo, la calma que existe en el lecho de un lago profundo e insondable. Como el lago, yo sentía que mi cuerpo físico, con su mente y sus emociones podía ser agitado en la superficie, pero que nada, absolutamente nada, podría ya turbar la quietud de mi alma.
Ya nunca nada podría ser igual. He bebido en las puras y transparentes aguas que manan de la fuente de la vida y mi sed fue aplacada. Nunca más podría estar sediento, nunca más podría hallarme en la total oscuridad. He visto la Luz, he tocado la compasión que cura todo dolor y sufrimiento; ello no es para mí mismo, sino para el mundo. He estado en la cumbre de la montaña. Nunca puedo ya estar en completa oscuridad; he visto la gloriosa Luz que cura. Me ha sido revelada la fuente de la Verdad y las tinieblas han sido disipadas. El Amor en toda su gloria ha embriagado mi corazón; mi corazón nunca podrá cerrarse. He bebido en la fuente de la Felicidad y de la eterna Belleza. Estoy embriagado de Dios”.