El trigo tiene sus orígenes en la antigua Mesopotamia, hay evidencias arqueológicas de su cultivo de hace 8 milenios. La palabra trigo proviene del latín triticum que significa quebrado, triturado.
El trigo ha sido el soporte de la alimentación diaria del hombre, de la molienda de sus semillas se obtiene la harina y la sémola, y de estos se puede elaborar un sinfín de alimentos de los cuales el más importante es el pan nuestro de cada día.
El germen de trigo es la parte más nutritiva y se lo utiliza como complemento nutricional y supone el 2,5% del grano, también encontramos el salvado del trigo que es esencialmente la parte fibrosa y contiene celulosa, polisácaridos, grasa, proteínas, minerales y agua, y supone el 15% del grano. La harina blanca no contiene salvado ya que este se extrae en el refinamiento antes de la molienda, en cambio, la harina integral si lo contiene reforzando así su valor nutricional y ayudando de esta manera a una asimilación lenta por parte del organismo y regular los índices de glucemia.
Los cereales, entre ellos el trigo, se caracterizan por ser ricos en hidratos de carbono, aportando la energía necesaria para nuestro organismo en especial para las funciones cerebrales, óptimo para períodos de estudios, también su riqueza en minerales tales como fósforo y calcio son idóneos para el sistema nervioso.
El trigo también tiene un gran poder antioxidante, ya que este es rico en vitamina E recomendable en tratamientos de enfermedades cardíacas, ayuda a que el colesterol no se oxide y obstruya las arterias, y evita la oxidación celular retardando su envejecimiento. Otro componente son los lignanos, este pertenece a uno de los dos grupos de los fitoestrógenos, también con poder antioxidante con potencial actividad anticancerígena que puede imitar las funciones de las hormonas humanas y reduce las posibilidad de sufrir cáncer de mama, útero y próstata.
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