Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
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se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
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Caricias sinceras, efusivas, a veces mecánicas, en otras ocasiones falsas, inesperadas, quizás ansiadas... Más allá de la intención original que subyace tras ellas, lo realmente importante es la interpretación que cada uno hace de las caricias que da o recibe, es decir, de la multitud de mensajes de todo tipo que cruza a diario con quienes nos rodean. Cada gesto, palabra o mirada nutre bilógica y psicológicamente, porque son la prueba de que se nos tiene en cuenta, ya sea de forma positiva o negativa. Porque toda persona tiene esa necesidad, esa hambre instintiva de ser tocada y reconocida por los demás.
Y es así desde que nacemos y dejamos de estar en contacto íntimo y total con el seno materno. En el mismo momento en el que se corta el cordón ubilical se inicia la lucha, del modo que sea, por tratar de restablecer ese ideal. Pero esa hambre primaria de contacto físico que sentimos cuando somos niños se transformará a medida que nos hacemos adultos en hambre de reconocimiento. Las sonrisas, los elogios, las actitudes, los gestos se sumarán a las caricias físicas y servirán para que la persona se alimente y nutra su autoestima. Pero también un insulto, la compasión e incluso una agresión verbal o física pueden constituir caricias en la medida en que son una prueba de que el otro nos tiene en cuenta, aunque sea desde una óptica negativa.
En función de cuál sea el menú con el que desde niños se nos ha alimentado, y también condiconados por ciertos patrones sociales preestablecidos, tendremos una mayor tendencia a nutrirnos con los estímulos negativos o con los positivos, es decir, y continuando con el símil alimenticio, podemos tender a estar bien nutridos, saciados, empachados, sobrealimentados o malnutridos...
Es evidente que de pequeño no se tiene capacidad ni potestad para elegir, pero en la edad adulta cada persona escoge su propio menú de caricias, aunque en ocasiones no sea el que más le conviene. En cualquier caso, siempre puede ser un buen momento para ver si, en lo que a caricias respecta, estamos en nuestro peso adecuado o si tenemos que modificar en parte o totalmente nuestro modo de alimentarnos de este nutriente táctil indispensable para nuestro corazón.
Las caricias son muy importantes
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